En una aldea lejana y montaña adentro vivía una familia de campesinos cuya labor de la tierra era muy pesada ya que el agua para regar sus sembradíos se encontraba un poco lejos de su rancho. Cada día el granjero camina cerca de media hora a un pozo cercano donde el extraía el agua. Dos baldes eran su compañía inmediata para traer agua a sus sembradíos. Uno de los baldes era optimista, el otro era negativo y pesimista. Un día los dos baldes platicaban acerca de su existencia y uno de ellos dijo: “No hay vida tan desilusionante como la mía, dijo el balde vacío mientras se aproximaba al pozo: “ Siempre me alejo lleno, pero regreso a este pozo vació”.
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María fue una bondadosa auxiliar de maestra, que simplemente quería Amar mejor a sus estudiantes, niños con problemas emocionales. Ella pudo haber sido muy tolerante, pero Danny estaba agotando su paciencia. Antes, había sido más fácil amarlo, cuando él prefería herirse a sí mismo antes que a otros. Y aunque Danny tenía solo siete años, le lastimaba realmente ser golpeada por él.
Por muchos meses, Danny se retiró a un mundo privado e intentaba golpear su cabeza contra una pared, cada vez que se sentía incómodo. Pero ahora, había venido progresando, ya que en vez de abstraerse, golpeaba a María. Hace algunos años una importante fábrica norteamericana de calzado, envió a dos de sus representantes a diferentes partes de Australia. La compañía deseaba que el producto le gustara a los aborígenes para poder comerciar con ellos. Era una aventura riesgosa pero la firma se dio cuenta de cuántos nuevos clientes podría ganar si la aventura fuese un éxito.
Luego de que cada representante estuvo varias semanas en ese continente, la compañía recibió dos faxes: Steve Martin sabía que quería ser animador. Trabajó mucho como mago y comenzó a atraer a la audiencia. Sin embargo, algunos de los trucos no funcionaron. Martin podría haberse descorazonado, pero escuchó y observó a su audiencia con cuidado. Notó que la multitud estallaba en risas cuando el truco fallaba.
En respuesta a la audiencia, Martin dijo: -Revisé en mi actuación y comencé a sacar todas las cosas que habían funcionado bien. Mirta y Juana, que eran dos viejas amigas, fueron a almorzar a su restaurante favorito. Mirta felicitó a Juana por los recientes matrimonios de su hijo e hija.
-¿Cómo te las arreglaste con todo? -le preguntó Mirta-. Tener dos bodas en el mismo mes debe haber sido muy difícil. -No lo creas -contestó Juana-. Fe mucha la alegría y el honor de ayudar a mis hijos en sus bodas. Estaba feliz por hacerlo. Un trabajador cierta mañana contó a su esposa el siguiente sueño que él había tenido la noche anterior: “Soñé que se me acercaron cuatro ratas: la primera era muy gorda, las dos siguientes estaban muy flacas, y la cuarta estaba ciega.”
El hombre aquel estaba muy preocupado porque, según le habían dicho, era un presagio malo eso de soñar algo acerca de tales animales. La mujer de este trabajador, tan supersticiosa como su marido, tuvo miedo y no sabía cómo interpretar aquel sueño funesto. El hijo de ellos, que era muy inteligente y nada supersticioso, y que no tenía para su padre mucho respeto filial, sirvió de “José” a aquel moderno “Faraón”, e interpretó el sueño: Una vez un artista estaba pintando la bóveda de un templo, y con frecuencia daba unos pasos hacia atrás en el andamio, para contemplar su obra. Se encontraba tan absorto contemplando su trabajo, que no se había dado cuenta de que iba a caer en el pavimento que estaba a gran distancia del andamio.
Otro pintor, hermano de aquel, viéndolo en peligro y comprendiendo que una palabra podría apresurar su caída, arrojó una brocha sobre el cuadro que contemplaba el artista que estaba en peligro. Este pintor, sorprendido y enojado, violentamente se dirigió hacia adelante: así se salvó de una caída que hubiera sido mortal. Así también, Dios algunas veces destruye las halagadoras esperanzas de nuestro corazón, para advertirnos el grave peligro en que estamos por causa del pecado, y para salvar nuestras almas.—Peloubet. Lerı́n, A. 500 ilustraciones Encontrandose al borde de la muerte, Alejandro Magno (356-323 A.C.) -rey de Macedonia (336-323 A.C.) conquistador del Imperio persa, y uno de los líderes militares mas importantes del mundo antiguo- convoco a sus generales y les comunicó sus tres ultimos deseos:
1.- Que su ataud fuese transportado por los mas eminentes médicos de la época. 2.- Que fueran esparcidos por el camino hasta su tumba los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas, etc.) El capitán del barco miraba, a lo lejos, luces tenues en la oscuridad de la noche. De inmediato, ordenó a su guardavía a enviar el siguiente mensaje: “Altere su rumbo diez grados hacia el sur”.
Enseguida, fue recibida la réplica: “Altere el suyo diez grados hacia el norte”. Se enfadó el capitán, ya que su comando había sido ignorado. Cuando iba a la escuela primaria, me involucré en una fuerte discusión con un niño de mi clase. He olvidado de qué se trataba la discusión, pero nunca olvidaré la lección que aprendí ese día.
Ambos estábamos convencidos de tener la razón y que el otro estaba equivocado. La maestra decidió enseñarnos una lección muy importante. Nos trajo al frente de la clase y a él lo puso de un lado de su escritorio y a mí en el otro. En medio de su escritorio había un objeto grande, redondo. Yo, con claridad podía ver que era negro. Ella preguntó al niño de qué color era el objeto. “Blanco”, contestó. |
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April 2014
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